La noche del 15 de septiembre, Mexicali se vistió de colores patrios para conmemorar el Grito de Independencia, un momento que convoca a la ciudadanía a reconocer su pasado común y a renovar su compromiso con el futuro. La gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda encabezó la ceremonia desde el balcón del Poder Ejecutivo, subrayando con sus arengas el orgullo por México y el valor de la concordia social.
El acto protocolario fue deliberadamente breve. En los días previos circularon versiones en redes sociales sobre la posibilidad de que algunos asistentes sustituyeran el “¡Viva México!” por consignas de desaprobación. Ante ese escenario, la autoridad optó por un formato sobrio y conciso, priorizando la seguridad y el orden sin renunciar a lo esencial del ceremonial cívico: honrar a los héroes de la Independencia y afirmar la unidad que nos identifica como nación.
Aun con esa mesura, el espíritu cívico se hizo presente. Familias enteras acudieron al primer cuadro de la ciudad para participar de una velada que combinó símbolos, música y un ambiente festivo. Llamó la atención, sin embargo, que la familia de la mandataria no se vio por los pasillos de la Casa de Gobierno, lo que otorgó al evento un matiz aún más sobrio y centrado en lo institucional.
En todo evento público conviven distintas voces y sensibilidades. Lo relevante es que la jornada transcurrió con civilidad y respeto, permitiendo que el mensaje central llegara con claridad: Baja California es tierra de gente solidaria, que supera retos y avanza cuando se pone por delante el bien común. Cada “¡Viva!” pronunciado, por breve que haya sido el protocolo, reafirmó ese ánimo de colaboración que distingue a la comunidad mexicalense.
La conducción de la gobernadora mantuvo un tono sereno y directo. Así quedó de manifiesto que, más que la duración, importa la intención: un llamado a la unidad que nos recuerda que la fuerza de México nace de su gente y de su capacidad de caminar junta. Con esa convicción, Mexicali se sumó al eco que recorrió el país la noche del 15 de septiembre, dejando como saldo una enseñanza sencilla y poderosa: en tiempos de desafíos, la prudencia y el respeto son el mejor puente hacia el entendimiento.
