Hay quien dice que viajar por Sinaloa es como recorrer un campo minado: nunca sabes dónde explotará la próxima noticia roja. Pero para Lord Molécula, el periodista cortesano del poder, bastaron cuatro días de carretera, retenes militares y cenas de cortesía para concluir que la inseguridad en el estado no es real, sino un invento de los “medios conservadores”. Como quien pasea por un zoológico y asegura que los leones no existen porque están dormidos.
En la mañanera, Carlos Pozos relató su travesía por Culiacán y Mazatlán, presentándola como un reportaje de guerra que terminó en postal turística: “vi retenes, pero eran de la Guardia Nacional”, dijo, como si la normalidad de viajar bajo fusiles estatales fuera prueba de paz. Añadió que la vida nocturna regresó a Culiacán, como si el derecho a bailar salsa equivaliera a un indicador de seguridad.
Entrevistó a hoteleros, restauranteros y funcionarios que, con el guion bien aprendido, le confirmaron que “todo va mejorando”. Claro, ¿qué empresario se atrevería a contradecir el relato oficial frente al micrófono del vocero más complaciente de Palacio Nacional? Hasta Sheinbaum remató la función con su sello: “hubo un periodo difícil, pero poco a poco se retoma la seguridad”. Poco a poco, como si los muertos en las cifras de homicidio pudieran esperar.
El problema no es que Pozos viaje, pregunte o repita. El problema es que maquilla la realidad con la brocha gorda de la propaganda. Porque mientras él asegura que la violencia es solo “percepción mediática”, los informes del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Públicareportan que Sinaloa sigue entre los estados con mayores índices de homicidios y robos violentos. Los datos son tozudos; la propaganda, flexible.
Decir que la violencia no existe porque un visitante no la vio en cuatro días es un insulto a quienes la padecen todos los días. Es como negar el cáncer porque el médico no lo encontró en la primera radiografía. Y lo más grave: ese discurso legitima la impunidad, blinda a los gobiernos y convierte a los ciudadanos en meros figurantes de un espectáculo montado desde el poder.
La pregunta es demoledora: ¿de qué sirve que la Constitución garantice el derecho a la seguridad si quienes deberían fiscalizar al gobierno actúan como su agencia de relaciones públicas? Lord Molécula salió de Sinaloa convencido de que la violencia es un mito mediático. Los sinaloenses, en cambio, salen de sus casas cada mañana rezando para que la violencia no los convierta en estadística. Entre ambos relatos, queda claro quién vive en la realidad y quién en la farsa.