CIUDAD DE MÉXICO, 21 de octubre de 2025.— En la Cámara de Diputados, la creatividad política nunca descansa. Esta vez, la diputada Ana Karina Rojo Pimentel, del Partido del Trabajo, propuso que cada 13 de noviembre se conmemore oficialmente el “Día Nacional del Bienestar”. Un gesto que, según ella, busca “responder a consideraciones simbólicas, estratégicas y sociales”.
Traducido al lenguaje común: un homenaje disimulado al expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien nació precisamente un 13 de noviembre.
La diputada explicó que su iniciativa pretende reconocer los avances en materia de programas sociales impulsados durante el sexenio pasado y “celebrar el esfuerzo colectivo por alcanzar la justicia social y el bienestar del pueblo”. En otras palabras, convertir el cumpleaños del líder moral de Morena en fecha nacional, bajo un envoltorio institucional y políticamente correcto.
El detalle no pasó desapercibido. En redes sociales, la propuesta fue recibida entre burlas y críticas, acusándola de ser un intento más por canonizar políticamente a López Obrador. Algunos usuarios ironizaron que “ya solo falta el Santoral de la Cuarta Transformación”, con estampitas y procesión a Palacio Nacional.
La coincidencia resulta más que conveniente: el 13 de noviembre también es el Día Mundial de la Bondad, declarado por la World Kindness Movement en 1998. Así que, con una jugada hábil, Rojo Pimentel pretende fusionar la bondad universal con el legado lopezobradorista, como si ambas cosas fueran sinónimos.
El documento presentado ante el pleno argumenta que la instauración de esta fecha fortalecería “la identidad nacional desde una perspectiva humanista”, reforzando “el compromiso social del Estado con la población más vulnerable”. No menciona a López Obrador directamente, pero tampoco hace falta: el subtexto es más claro que el discurso.
Mientras el país enfrenta recortes presupuestales en salud, violencia en aumento y crisis de servicios públicos, el Congreso dedica su tiempo a propuestas con aroma a culto personalista, más propias de una república bananera que de una democracia moderna.
Lo irónico es que, bajo el nombre de “bienestar”, se esconda el eterno reflejo del poder político en el espejo del ego. Porque al final, el bienestar no se decreta ni se festeja: se garantiza.
