TIJUANA B.C.- Después de años de escándalos financieros que suelen acabar en carpetazos, finalmente un exfuncionario del Ayuntamiento de Tijuana enfrenta la música. La Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción (FECC) logró vincular a proceso a Gabino “N”, exdirector de Tecnologías de la Información del 24 Ayuntamiento, por autorizar pagos por más de 37 millones de pesos a una empresa por un sistema contable que, según la propia fiscalía, nunca funcionó correctamente.
El resultado: un daño patrimonial superior a 92 millones de pesos. Sí, leyó bien: 92 millones. Todo por un software que, en los hechos, funcionó igual que la transparencia en los gobiernos municipales: en teoría.
De acuerdo con la FECC, encabezada por el fiscal Javier Salas Espinoza, este proceso busca recuperar recursos públicos, sancionar a los responsables y combatir la impunidad, palabras que ya se han escuchado mil veces pero que hoy —por primera vez en mucho tiempo— parecen tener algo de sustancia.
El funcionario habría autorizado los pagos sin que existieran pruebas de que el sistema operaba de manera adecuada, generando un vacío contable y un hoyo financiero que, al parecer, nadie quiso ver… hasta ahora.
La investigación, según la fiscalía, continuará con auditorías y declaraciones de exfuncionarios y representantes de la empresa proveedora, para determinar si hubo colusión o simple incompetencia. En otras palabras: si se trató de corrupción o de torpeza institucional, esa que en Tijuana ya parece política pública.
El caso ha despertado una reacción generalizada en redes sociales: “Por fin alguien paga”, escribieron varios usuarios, celebrando que al menos uno de los tantos escándalos del ayuntamiento tenga consecuencias reales.
Y aunque la Fiscalía promete actuar sin sesgos políticos, muchos se preguntan si este será el primer dominó de una larga fila o simplemente un sacrificio simbólico para calmar la indignación ciudadana.
Mientras tanto, los millones perdidos siguen sin aparecer, el sistema contable nunca sirvió, y los tijuanenses seguimos pagando el precio de cada “innovación” digital que se convierte en agujero financiero.
Finalmente, parece que los patos —o al menos uno— empiezan a pagar los platos rotos. Veremos cuánto dura el vuelo.

