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CONAGO y Sheinbaum: discursos de unidad frente al crimen que ya no escucha

Todos condenan el crimen, pero nadie condena la indiferencia.

CDMX.- El asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, sigue dejando al descubierto lo que México ya normalizó: el crimen mata con balas y el gobierno responde con comunicados.

La Conferencia Nacional de Gobernadoras y Gobernadores (CONAGO) emitió este sábado un pronunciamiento solemne —y perfectamente institucional— para condenar el homicidio de Manzo. El texto, encabezado por la presidenta de la CONAGO y gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda, expresa “solidaridad con el pueblo de Uruapan”, “respaldo absoluto” a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y un llamado a “cerrar filas frente a la delincuencia”.

En papel, todo suena correcto, en la realidad, parece otra escena del eterno teatro político: la clase gobernante solidarizándose entre sí, mientras las víctimas quedan fuera del libreto.

El comunicado, firmado por los 32 mandatarios estatales, en ningún momento reconoce que Carlos Manzo murió pidiendo ayuda federal que nunca llegó. En sus propias palabras, el alcalde había suplicado apoyo ante las amenazas del crimen organizado: “No quiero ser uno más en la lista de ejecutados.”

Y lo fue.

Durante su conferencia matutina, Claudia Sheinbaum aseguró que sí se le había brindado apoyo a Manzo, pero evitó precisar en qué consistió. La presidenta defendió su estrategia de seguridad, reiterando que “no se trata de declarar la guerra al narcotráfico”, como si reconocer la magnitud del problema equivaliera a desatar una confrontación militar.

Pero la frase que más resonó entre los ciudadanos fue otra: si declararle la guerra al narco sería “una autoguerra”, entonces ¿qué significa que alcaldes, periodistas y policías sigan cayendo sin protección?

Mientras los gobernadores cierran filas alrededor de la presidenta —como si el ataque hubiera sido contra ella—, la violencia sigue avanzando en los territorios donde el Estado ya no gobierna, solo administra la tragedia.

El asesinato de Carlos Manzo no fue un hecho aislado; fue el resultado de un país donde el crimen dicta las reglas y el poder responde con discursos de unidad.

Porque en México, cuando los comunicados sustituyen la acción, las condolencias se convierten en complicidad.

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