NACIONAL .-La Comisión Federal de Electricidad (CFE) informó que trabaja “de manera intensiva” para restablecer la energía eléctrica en los estados afectados por las recientes lluvias. El comunicado suena a eficiencia heroica: 2 mil trabajadores, 750 vehículos, 300 grúas y promesas de restablecer el servicio en “las próximas horas”, pero, como casi siempre, la realidad va por otro cable.
El organismo asegura haber recuperado el 75% del suministro en las zonas afectadas (Veracruz, Tabasco, Chiapas, Oaxaca y Guerrero), aunque en muchas comunidades rurales el panorama sigue siendo el mismo: oscuridad, caminos intransitables y líneas caídas que tardan días en recibir atención. En el discurso, la CFE brilla con intensidad; en el terreno, la luz apenas titila.
El problema no es solo el clima, sino la vulnerabilidad estructural del sistema eléctrico. Años de mantenimiento insuficiente, equipos obsoletos y burocracia han convertido cada tormenta en una catástrofe anunciada. La CFE se presenta como la gran rescatista, cuando en realidad corre detrás de los efectos de su propio abandono.
Mientras el gobierno federal felicita al personal técnico por su “entrega y compromiso”, los usuarios siguen esperando que regrese la luz. En hospitales, albergues y zonas rurales, la energía depende más de generadores viejos que de la red nacional. Los daños a postes y transformadores no son solo producto del viento, sino del descuido acumulado.
Es justo reconocer el esfuerzo de los trabajadores en campo, que se enfrentan a condiciones extremas con recursos limitados. Pero también es necesario exigir a los directivos que dejen de maquillar su ineficiencia con boletines optimistas. Restablecer la energía no basta; lo urgente es evitar que cada lluvia deje medio país a oscuras.

