Resulta que hasta en los fraccionamientos blindados de Mexicali la delincuencia se cuela con la misma facilidad con la que los discursos oficiales se contradicen, esta vez la víctima fue nada menos que Marco Moreno Mexía, exsecretario de Hacienda de Baja California, a quien un ladrón disfrazado de “mensajero de confianza” le vació la caja fuerte: 5 mil dólares en efectivo y 16 relojes de lujo, como si en la residencia funcionara una boutique de la relojería suiza.
Lo curioso y aquí sí aplica el “afortunadamente”, es que el exfuncionario no acostumbra llevarse a casa los expedientes de la Secretaría, porque si en medio del atraco hubieran salido volando documentos oficiales, con todo y el misterio de su repentina salida del cargo, hoy Mexicali no estaría hablando del botín de joyas, sino del botín de secretos.
La anécdota exhibe dos cosas: primero, que la supuesta “seguridad garantizada” de los fraccionamientos exclusivos no es más que una ilusión costosa; segundo, que la opacidad política se ha vuelto tan normalizada que hasta en un robo podemos imaginar papeles comprometedores que nunca deberían salir de una oficina pública.
Al final, el robo en casa del exsecretario no es solo un golpe al ego blindado de la clase política, también es un recordatorio de que, si la inseguridad no respeta ni a los que gobiernan, ¿qué nos queda a los demás?
