La salida de Marco Antonio Moreno Mexía de la Secretaría de Hacienda de Baja California llega envuelta en un halo de rumores y declaraciones a medias. Oficialmente, se habla de un relevo limpio, sin pleitos internos e incluso se ha filtrado la versión de que todo obedece a “temas de salud”, una explicación políticamente correcta, pero cada vez más choteada y difícil de creer.
Seamos sinceros: en la política bajacaliforniana la “salud” se ha convertido en el comodín perfecto, sirve para justificar ausencias, renuncias y hasta desplantes de funcionarios que ya no quieren seguir jugando el juego de la gobernadora. Esperamos, de corazón, que en el caso de Moreno Mexía realmente se trate de cuestiones personales y no de una ruptura con el estilo de gobernar de Marina del Pilar Ávila Olmeda.
El problema es que este guion de renuncias abruptas ya lo hemos visto muchas veces, la justificación de la enfermedad se desgasta y rápido, basta recordar al exsecretario de Gobierno Amador Rodríguez Lozano (o como le decían algunos, “Amador Cumplido”), quien llegó a mostrarse hasta encamillado en fotos que circulaban en redes, solo para que horas después lo cacharan caminando por la calle como si nada.
Una tragicomedia que puso en evidencia el cinismo con que se usa la salud como cortina de humo. Ojalá no estemos frente a otro capítulo de la misma novela, porque si la salida de Moreno Mexía fue por no alinearse a la estrategia del gobierno estatal, entonces lo que tenemos no es un gabinete, sino un club de obediencia y eso, más allá de quién maneje la chequera pública, debería preocuparnos a todos los bajacalifornianos como se maneja.
