CDMX.- Otra vez, el gobierno federal prepara una reforma electoral bajo el mismo guion de siempre: disfrazar el control con el discurso de la democracia. La presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado una comisión “plural” para discutir cambios en materia electoral, aunque, como bien se ha denunciado, todos sus integrantes son morenistas. Pluralidad de membrete, democracia de utilería.
El objetivo es claro: concentrar más poder en el Ejecutivo y reducir los contrapesos que aún resisten dentro del sistema electoral, lo que está en juego no es una actualización técnica, sino el equilibrio institucional que impide que un solo grupo político se apropie de las reglas del juego. Ya lo vivimos con el PRI hegemónico en el siglo XX; ahora Morena busca reeditar la historia bajo la máscara del “pueblo organizado”.
Mientras tanto, voces ciudadanas y analistas plantean la necesidad de una iniciativa alternativa, verdaderamente democrática, impulsada desde la sociedad civil. Se necesitan 130 mil firmas para presentarla, una cifra pequeña si se considera lo que se intenta proteger: la posibilidad de elegir sin trampas, sin injerencia del crimen y sin chapulineo político.
Cinco puntos bastan para defender la democracia:
- Un árbitro electoral independiente.
- Cancha pareja para todos.
- Eliminar trampas y financiamiento ilegal.
- Mantener fuera al crimen organizado.
- Evitar la sobrerepresentación legislativa que distorsiona la voluntad popular.
Sin eso, ya no hablamos de elecciones, hablamos de legitimación del poder.
El proyecto presidencial no busca mejorar la democracia, sino administrarla desde Palacio Nacional. Si esta reforma avanza, el INE se convertirá en una oficina más del gobierno, y votar será apenas un trámite decorativo.
