Carlos Pozos, mejor conocido como Lord Molécula, decidió llevar su devoción al límite: viajó hasta Palenque, Chiapas, para plantarse afuera del rancho “La Chingada” y esperar durante horas al expresidente Andrés Manuel López Obrador, ¿Su propósito? Entregarle como obsequio su tesis de Periodismo Político. El resultado fue el de siempre: sol intenso, portón cerrado y la certeza de que el fervor no siempre es correspondido.
El episodio podría leerse como un simple acto de fanatismo, pero en realidad encaja mejor como parte del espectáculo político en el que este personaje se ha especializado, la escena tiene todos los elementos del performance: un viaje anunciado, largas horas documentadas, la narrativa del “yo le soy fiel aunque no me reciba” y para rematar, la foto. De eso se trata: de hacer ruido, aunque sea con humo.
Lo que debería preocupar no es tanto el ridículo de la anécdota, sino la función que Pozos ha cumplido durante años en las conferencias de prensa presidenciales, preguntas a modo, aplausos encubiertos de cuestionamientos y un papel permanente como lubricante de la narrativa oficial. Su presencia nunca buscó incomodar al poder, sino reforzarlo. con esa trayectoria, el acto de ir a tocar la puerta de AMLO no es fanatismo ingenuo, sino coherencia absoluta con su papel de propagandista con micrófono.
La ironía es que, aunque nunca fue reconocido como periodista serio por sus pares, sí fue útil para quienes necesitaban un eco dócil en las mañaneras. Ahora, sin la tribuna diaria del presidente en funciones, Pozos recurre a las mismas tácticas de siempre: gestos extremos, actos teatrales y un guion que busca mantenerlo en la conversación pública. No cuestiona al poder, se aferra a él, aunque lo dejen esperando en la banqueta.
El periodismo incomoda, incomodar es su razón de ser. Lo otro (la sumisión disfrazada de pregunta) es espectáculo barato.