CDMX. —La presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde Luján, respondió con tono firme —y algo de épica institucional— a las declaraciones de Donald Trump, quien aseguró que el crimen organizado “controla amplias zonas de México” y que el país “ha perdido el rumbo”.
“Desde que llegó la Cuarta Transformación hay una línea clara entre el gobierno y la delincuencia”, dijo Alcalde durante una conferencia de prensa. Según la dirigente morenista, México “ya no tiene vínculos con el crimen” y hoy se gobierna “con honestidad, ética y justicia social”.
Un discurso que, de no ser por los hechos recientes —narcoelecciones, alcaldes ejecutados, policías coludidos y gobernadores bajo investigación— podría sonar hasta esperanzador.
La líder de Morena aseguró que los gobiernos anteriores “toleraban la corrupción” y que, bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum, México vive “una etapa de consolidación” en materia de seguridad. Lo que no detalló fue en qué parte del país se percibe esa consolidación, porque en estados como Guerrero, Michoacán o Baja California, la línea que separa gobierno y crimen parece más bien un punto punteado.
“Hoy las decisiones no se toman en los despachos de los poderosos ni en acuerdos oscuros”, sostuvo Alcalde, en una frase que seguramente hizo sonreír a más de un operador político que lleva años trabajando en penumbra.
También acusó a Trump de usar el tema como bandera electoral, asegurando que su narrativa busca desacreditar al gobierno mexicano para justificar posturas antimigrantes o intervencionistas, “Trump utiliza el discurso del miedo cada vez que se acerca una elección. No le vamos a permitir que use a México como su bandera de campaña”, afirmó.
La dirigente insistió en que México está construyendo un “modelo de seguridad con raíces sociales”, centrado en la prevención y la atención de las causas. Un modelo que, según los resultados de homicidios y extorsiones, todavía está germinando.
“México ya cambió y no volverá a ser el patio trasero de nadie”, remató Alcalde.
Una frase redonda, aunque la duda persiste: si el crimen no está en el gobierno, ¿por qué sigue gobernando tanto en las calles?

