Morena hizo lo que sabe hacer cuando uno de los suyos está bajo fuego: cerrar filas, blindar la narrativa y acusar al adversario de fabricar tempestades. Esta vez, el protagonista es Adán Augusto López, coordinador de los senadores guindas, a quien la panista María Elena Pérez-Jaén le puso sobre la mesa una solicitud de juicio político, el motivo: presuntos vínculos con el grupo criminal “La Barredora”, una acusación que, aunque no probada, tiene la suficiente carga simbólica para incomodar a cualquiera en la arena pública.
La reacción fue inmediata, desde la bancada morenista se habló de unidad y de lealtad a Claudia Sheinbaum, dejando en claro que el apoyo a López no se discute, en política, la negación rápida suele ser también un reconocimiento implícito del daño que puede causar la duda, así que la estrategia fue envolver al exsecretario de Gobernación en un halo de respaldo institucional, minimizando cualquier atisbo de división.
Adán Augusto, por su parte, rechazó de manera tajante los señalamientos y aseguró que no renunciará a la coordinación, “No me voy”, fue el mensaje subrayado, Morena en sincronía, trató de reposicionar la narrativa: el PAN estaría utilizando el recurso del juicio político como simple maniobra de desprestigio, un intento más de ensuciar al partido en el poder a falta de propuestas reales.
La jugada no sorprende, el oficialismo en el Senado entiende que cualquier señal de fractura puede convertirse en combustible para la oposición, sobre todo en tiempos donde las lealtades se cotizan caro, si Adán Augusto es cuestionado, Morena responde con un muro humano y si alguien espera fisuras, la bancada prefiere mostrar músculo, aunque en los pasillos no todos aplaudan con la misma convicción.
En suma: Morena no solo defiende a su coordinador, también manda un mensaje de disciplina interna, porque en la política mexicana, más que la verdad de las acusaciones, lo que importa es la capacidad de resistir el golpe sin que se note el tambaleo.