Tijuana BC .- Mientras el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de Tijuana, José Alejandro Avilés Amezcua, presume la incorporación de 53 nuevos elementos, la realidad vuelve a reventar en la cara: balaceras a plena luz del día, en colonias transitadas, a metros de instituciones y hospitales públicos.
No solo es Avilés: apenas hace un par de días la federación envió 90 elementos del Cuerpo de Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano, cortesía de la Secretaría de la Defensa Nacional, para “reforzar la seguridad”, con tanto uniforme desplegado, cualquiera pensaría que Tijuana se iba a transformar en una fortaleza impenetrable, pero no: la ciudad sigue siendo el mismo terreno de nadie donde las balas marcan la agenda.
La escena es absurda: primero se anuncia que llegan más policías, después que el Ejército mete refuerzos, y al día siguiente tenemos una mujer baleada en una Tacoma, con impactos en plena vía pública, ¿Dónde estaban esos refuerzos? ¿Ya se perdieron en el tráfico de la Vía Rápida o siguen en el curso de “sensibilización” en algún salón con aire acondicionado?
Lo más irónico es la explicación oficial que empieza a circular: “probablemente fue un asalto”, claro porque en Tijuana los asaltantes suelen bajarse de un carro, disparar a mansalva y luego huir como si fueran sicarios profesionales. La narrativa del “asalto” es el equivalente a la curita sobre una fractura expuesta: se intenta minimizar lo evidente, que aquí lo que sobra es impunidad y la ausencia total de control en las calles.
El gobierno local juega al teatro con cifras y anuncios, mientras los ciudadanos seguimos atrapados en la función de terror que se presenta diario en las calles. ¿De qué sirve presumir más policías y hasta fuerzas especiales si la estrategia sigue siendo reactiva, dispersa y siempre un paso detrás de los criminales?
La pregunta que queda es la de siempre: ¿quién se beneficia de esta narrativa de “refuerzos” y “nuevos elementos”? porque a los tijuanenses lo único que nos toca es seguir esquivando balas y escuchar, de fondo, el aplauso oficial al espejismo de seguridad que nos quieren vender.