Tijuana BC . – Este sábado 27 de septiembre, Tijuana volvió a ser escenario del ya conocido ritual: el arribo de efectivos militares para “reforzar la seguridad”, en esta ocasión se trató de 90 elementos del Cuerpo de Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano, enviados por la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) con bombo y platillo, a bordo de un Boeing 727 de la Guardia Nacional, para integrarse a la Segunda Zona Militar.
El discurso oficial repite como mantra que estos despliegues buscan “inhibir actos delictivos” y “preservar el orden y la paz pública”, sin embargo, conviene poner las cosas en perspectiva: no es la primera vez que en 2025 se anuncia un refuerzo militar de este tipo, de hecho, es al menos la segunda ocasión en lo que va del año que se difunde la llegada de Fuerzas Especiales a Tijuana, como parte de una estrategia nacional que reparte tropas a Baja California junto con estados como Chihuahua o Guanajuato. Es decir, no estamos frente a un hecho aislado, sino ante un patrón de respuestas calcadas, con comunicados que parecen salir de una fotocopiadora.
La gran pregunta es: ¿y los resultados? porque lo cierto es que, más allá de los aterrizajes espectaculares, la percepción ciudadana no mejora, las encuestas recientes de México Elige lo confirman: en sus dos últimos “Rankings de Aprobación de los Ejecutivos Locales”, Baja California ocupa el último lugar del país. Es decir, pese a los uniformes, los rifles y las conferencias de prensa, la población sigue sintiendo que la inseguridad está desbordada y que la autoridad estatal está reprobada en su gestión.
La llegada de estos 90 elementos, entonces, se parece más a un gesto simbólico que a una estrategia sostenible, ¿De verdad 90 soldados pueden revertir la violencia estructural de una ciudad con millones de habitantes, en un estado que arrastra crisis de homicidios, desapariciones y extorsiones? Suena más a parche mediático que a solución de fondo.
Lo preocupante es que, mientras se repite la coreografía del despliegue militar, se pospone la discusión sobre lo que realmente urge: fortalecer policías locales, mejorar ministerios públicos, atacar la corrupción institucional y reconstruir la confianza ciudadana. Porque si de verdad se midieran los resultados, Tijuana y Baja California no estaría viviendo en este eterno déjà vu de soldados llegando, fotos en la pista aérea y promesas de paz que nunca se concretan.