Hoy, 1 de octubre, se cumple un año desde que Ismael Burgueño tomó posesión como alcalde de Tijuana, doce meses después la ciudad sigue sumida en la misma violencia, la misma descoordinación y la misma improvisación. Lo único que parece haber cambiado es el tamaño de la nómina municipal.
La regidora Sandra Magaña Ríos lanzó señalamientos que difícilmente pueden ignorarse. Recordó que el día de la toma de protesta se pidió lo básico: coordinación con los tres niveles de gobierno, estabilidad en la administración pública y una estrategia seria contra la violencia, nada extraordinario, simplemente lo que cualquier ciudad necesita para sobrevivir. La respuesta del alcalde fue otra: más homicidios, más extorsiones y más cobros de piso.
A la inseguridad se suma el desorden administrativo. En apenas un año, Burgueño ha multiplicado secretarías como si fueran premios de consolación, no importa la eficiencia ni el costo para el erario, lo fundamental es crear espacios para los amigos y operadores políticos. Así, mientras los tijuanenses padecen miedo en las calles, el alcalde se dedica a repartir sillas en un gabinete cada vez más obeso e ineficaz.
Los señalamientos de Magaña son importantes porque rompen la comodidad de un cabildo donde sobran los aplausos y faltan las críticas. Burgueño prometió “el mejor ayuntamiento de Tijuana” y hasta ahora ha entregado un gobierno incapaz de garantizar lo mínimo: seguridad, coordinación y confianza ciudadana.
En este primer año de gestión, lo único estable ha sido la ineficiencia. La violencia crece, el miedo se expande y la administración municipal sigue atorada en su propio laberinto burocrático. Sandra Magaña no hizo más que ponerle voz a lo evidente, a lo que cada ciudadano ve al salir de su casa.
Queda por ver si este llamado provoca un cambio real o si el alcalde seguirá escondido detrás de sus nuevos secretarios. Tijuana no puede darse el lujo de otro año perdido.
