Tijuana, B.C. — Según el alcalde Ismael Burgueño Ruiz, la ciudad avanza “10 puntos” en percepción de seguridad. Sí, diez puntos, no dijo en qué escala, quién la midió o cómo se calculó, pero sonó lo bastante convincente para convertirlo en titular.
Mientras el secretario de Seguridad Pública Municipal, José Alejandro Avilés Amezcua, repite las cifras como si fueran dogma, los tijuanenses siguen contando balazos, no encuestas.
El edil afirma que la confianza ciudadana hacia la policía creció del 23.5% al 35.2%, según el INEGI y que los homicidios bajaron “más de un 36%”. Cifras que lucen bien en PowerPoint, pero que chocan brutalmente con la realidad cotidiana: cadáveres envueltos en colchones, cuerpos enterrados en baldíos y ejecuciones diarias en colonias donde la patrulla solo pasa cuando ya es tarde.
Porque mientras el alcalde festeja encuestas, la ciudad sigue sangrando. En apenas unos días, cuatro hechos violentos resumen el verdadero pulso de Tijuana:
– Un hombre ejecutado en Montes Olímpicos, abatido junto a su vehículo.
– Un cuerpo semi enterrado en Colinas del Alamar, descubierto por la Guardia Nacional.
– Otro cadáver oculto dentro de una caja de bocina en Otay Jardín II.
– Un padre asesinado por su propio hijo con esquizofrenia en Loma Bonita.
– Como si fuera poco, otros ejecutados en la Sánchez Taboada, una colonia que ya parece zona de guerra.
¿De qué sirve hablar de percepciones cuando la estadística humana se cuenta en víctimas? ¿De dónde saca el alcalde sus números mágicos? ¿Cuál es la escala de medición que convierte 102 homicidios mensuales en una buena noticia?
La administración municipal habla de “estrategias inteligentes” y “captura de generadores de violencia”, mientras los vecinos siguen encerrándose antes de las ocho y los negocios bajan cortinas al atardecer.
La percepción tal vez mejore en los despachos, pero en las calles el miedo no entiende de porcentajes.
Porque en Tijuana, la realidad no se mide en encuestas del INEGI, sino en cuerpos levantados por el Semefo, en madres que esperan noticias de sus hijos desaparecidos, en el eco de los disparos que interrumpen cada madrugada.
Así que no, señor alcalde, no somos ciegos ni tontos.
Sabemos distinguir entre propaganda y seguridad, entre cifras y cadáveres, entre una ciudad que “avanza 10 puntos” y otra que retrocede 10 años cada noche que la violencia vuelve a recordarnos que aquí, la percepción no salva vidas.

