TIJUANA BC.-Mientras el alcalde Ismael Burgueño se felicita a sí mismo en su informe por los “avances” de su gestión, la realidad que vive Tijuana es menos brillante y más caótica. Lo dijo sin rodeos la regidora Sandra Magaña Ríos, del PAN, durante una rueda de prensa: “tuvimos un año de vacío de servicios públicos” y no exagera.
Bajo la administración de Burgueño, la ciudad ha padecido fugas de talento, improvisación y abandono. No hay alumbrado en colonias enteras, el servicio de recolección de basura se volvió intermitente y las calles, más que pavimentadas, parecen un campo minado. Los famosos “proyectos plurianuales” que el alcalde presentó como su medalla de oro, es una propuesta que el PAN tuvo a bien apoyar, es decir, “preferiríamos que el recurso ya estuviera designado los servicios públicos”.
La regidora también expuso la descomposición interna del gobierno municipal: quince cambios de titulares en apenas seis meses. Secretarios que entran y salen sin rumbo, directores removidos de la noche a la mañana y decisiones tomadas con el hígado más que con criterio, la reciente “renuncia” de Enrique Díaz Pérez de la DAU es solo otro síntoma de una administración que opera como si fuera un taller improvisado: se cambian las piezas, pero el motor sigue fallando.
Tijuana, mientras tanto, sufre el costo de la inestabilidad, los servicios públicos están al borde del colapso, el desorden financiero se disfraza de “reingeniería” y la ciudadanía paga impuestos por servicios que no recibe. Burgueño parece más concentrado en su imagen que en gobernar, en pintar una narrativa de éxito donde solo hay desgaste.
Si algo queda claro tras el informe es que la administración municipal perdió el control, no hay planeación, no hay continuidad ni liderazgo, solo parches, discursos y excusas. Tijuana merece más que un alcalde ocupado en aplaudirse.
