En Tijuana la violencia no se toma descansos, aunque el Secretario de Seguridad parezca seguir de vacaciones, apenas por la mañana del 29 de septiembre, José Alejandro Avilés Amezcua presumía con entusiasmo la llegada de 53 policías municipales y 90 militares “para reforzar la seguridad”, el guion oficial sonaba perfecto: la ciudad blindada, la gente tranquila y las calles recuperadas. El problema es que el libreto no aguanta ni una jornada completa.
La realidad explotó en el rostro de todos, una mujer baleada en plena vía pública, a plena luz del día, fue solo el preludio, al caer la tarde un hombre fue ejecutado en un parque de la colonia 3 de Octubre frente a vecinos que nada pudieron hacer, casi al mismo tiempo, en Maclovio Rojas apareció un cuerpo envuelto en plástico, amarrado con cables y acompañado de un narcomensaje. Dos escenas que no necesitan mucha interpretación: impunidad absoluta, control territorial del crimen, ausencia total de autoridad.
Cuando parecía que la jornada no podía sumar más horror, la noche regaló otra postal de caos, en el billar Pockets en plena Zona Río, una riña terminó con disparos al aire que desataron el pánico entre los clientes. Ahí, en el centro financiero y supuestamente más vigilado de Tijuana, la “fortaleza impenetrable” vendida por el Secretario se derrumbó con un estruendo de plomo.
El martes cerro con un saldo claro: refuerzos que no refuerzan nada, policías que solo posan en las fotos y un secretario que juega a la estadística mientras los tijuanenses siguen esquivando balas.
La ciudad necesita estrategia, no discursos, resultados no uniformes nuevos (bueno, si si se requieren) ¿Qué espera Avilés Amezcua para despertar del sueño burocrático y asumir la crisis real?