El Partido del Trabajo en Tijuana insiste en recordarnos que son “distintos”, en su más reciente acto de “Todo el Poder al Pueblo”, Marco Antonio Blásquez, coordinador municipal del PT, repitió el mantra: no son como los demás, ellos no presentan a sus candidatos en hoteles de lujo ni entre “puros trajeados”, como (según él) lo hizo el Partido Verde, ellos lo hacen en colonias populares, de frente a la gente.
Hasta aquí, suena bien, pero conviene preguntarse: ¿de verdad es tan revolucionaria la diferencia entre anunciar candidaturas en un salón alfombrado y hacerlo en una cancha de colonia? Porque, al final, lo que se ofrece es lo mismo: promesas envueltas en propaganda, la foto cambia, el discurso se maquilla, pero el guion es idéntico.
Blásquez, con su estilo incendiario, incluso se dio el lujo de citar a Jorge Ramos como ejemplo de “retroceso político”, comparando su promoción con “poner la Iglesia en manos de Lutero”, una metáfora vistosa, sí, pero también tramposa: reduce la política a pleitos personales y a la eterna competencia de “yo soy menos malo que el otro” y mientras se entretienen en medir quién es más “decente”, los vecinos siguen batallando con los mismos problemas de siempre: inseguridad, transporte, baches, basura.
El PT dice recorrer la ciudad “casa por casa”, bien, la pregunta es: ¿qué hacen después de escuchar las quejas? ¿Dónde están las iniciativas concretas, los resultados legislativos, el presupuesto gestionado? Porque visitar colonias para tomarse la foto y repartir discursos de “somos diferentes” es fácil; lo difícil es demostrarlo en la práctica.
El verdadero contraste no está entre un salón de hotel y una calle polvosa, el contraste real sería que un partido cumpliera lo que promete, que renunciara a las simulaciones y que dejara de usar a la gente como escenografía para su marketing político. Pero claro, eso no da tantos aplausos ni titulares.
En resumen, el PT presume ser distinto y en efecto: es distinto en la puesta en escena, pero idéntico en la función.