En Tijuana ya no sorprende escuchar de otro carro volcado en avenidas donde, en teoría, no hay condiciones para circular a gran velocidad, la escena se repite: un automóvil con las llantas hacia arriba en medio del bulevar, una fila interminable de vehículos atorados en el tráfico y el reporte oficial que atribuye el hecho al “exceso de velocidad”.
El caso más reciente ocurrió esta mañana en el bulevar Agua Caliente, a la altura de Las Palmas. Un Chevrolet terminó volcado tras un choque con un Toyota en el que viajaban una mujer y un menor. Afortunadamente, nadie resultó con heridas de gravedad, aunque la congestión vial volvió a ser la consecuencia inmediata.
Más allá del parte policiaco, surge la duda: ¿realmente todos estos accidentes se deben a la imprudencia del conductor o hay algo en la manera en que están diseñadas nuestras calles que facilita las volcaduras?
El bulevar Agua Caliente, por ejemplo, tiene curvas pronunciadas, pendientes y accesos que confluyen en tramos reducidos, a esto se suma el deterioro del pavimento, los baches y la falta de señalización clara. Aunque oficialmente se insista en el factor humano, es inevitable pensar que las condiciones físicas del entorno también influyen en que los vehículos terminen volteados con una frecuencia inusual.
Otro punto que vale la pena reflexionar es el tipo de automóviles que circulan en la ciudad, muchas de las unidades involucradas en estos percances son camionetas altas o autos de segunda mano que llegan desde Estados Unidos, con un centro de gravedad más elevado y un mantenimiento a veces deficiente, el riesgo de volcadura crece incluso en impactos menores.
La discusión, entonces, no debería quedarse en culpar únicamente al conductor. Hace falta revisar la planeación vial, la calidad de la infraestructura y hasta la cultura de mantenimiento vehicular en la región. Si cada semana seguimos viendo autos de cabeza en bulevares donde supuestamente no se puede correr, quizá el problema no sea tan simple como apretar menos el acelerador.